Entradas

Mostrando entradas de abril, 2010

¡Ah! ¡El campo!

El campo es vida. El campo es alegría. El campo es llegar a casa el fin de semana y encontrar una manada de hormigas salvajes corriendo por tu cuarto de baño. - ¡¡¡HORMIIIGAAAAAAAASSSS!!! Ésa he sido yo. Las hormigas no me dan miedo (al menos las negras, que no muerden), pero mis padres llevan meses estresados con que la mitad de los vecinos tienen hormigas, que no saben cómo quitárselas de encima, y que seguro que nuestra casa va a acabar en la misma situación. Estaba claro que iba a cundir el pánico, así que al menos me puedo divertir un poco fingiendo que me subo al carro de la histeria. El grito de socorro ha ido dirigido a mi padre, que se ha levantado y ha ido corriendo al cuarto de baño en cuestión. Mientras tanto, mi hermana y mi madre, que han escuchado la alarma desde la planta baja, suben a toda pastilla por las escaleras para comprobar la magnitud de la catástrofe. En menos de dos minutos mi madre ha bajado a la cocina y vuelto a subir con un cubo lleno de agua, la fregona,

No te preocupes, vas a quedar estupenda...

¿Qué les pasa a las peluqueras? ¿De dónde les viene esa sed de sangre? Y digo peluqueras porque nunca me ha cortado el pelo un hombre, pero me da que con ellos pasa lo mismo... ¿Por qué digo esto ahora? No es ninguna novedad, todos hemos pasado por las manos de alguna experta en estética que parecía querer arrancarnos la cabeza. Hablo hoy de este tema porque el otro día fui a una peluquería a la que no había ido nunca, y la persona que se encargó de adecentar mi pelo es, y será durante mucho tiempo, la nueva protagonista de mis pesadillas. La peluquería en cuestión está muy cerca de mi trabajo, de camino a mi casa; además es grande, con cristaleras por todas partes, de esos sitios en los que dan ganas de entrar. Cuando me metí en el local apareció una chica sonriente y entrañable para preguntarme qué quería. Después de explicarle que venía directa del trabajo y sin más dinero que el que había marcado en el escaparate como precio del corte, la chica me llevó al sitio ése extraño en el q

Paz de Espíritu

Imagen
Estamos en Semana Santa. Hay gente encapuchada por la calle a todas horas, hombres descalzos que cargan con cruces y personas que rezan sin parar. Yo no soy creyente, pero para la gente religiosa debe de ser una temporada de paz espiritual y devoción sin límites, en la que se pone en práctica todo lo que la religión dice que se debe hacer, como ser una buena persona, ayudar a los demás y perdonar. ¿Verdad? Pues no. Para ser buenas personas por obligación ya tenemos la Navidad, en Semana Santa puedes ser el mismo borde impresentable que eres el resto del año, sólo que pasando frío en la calle mientras intentas distinguir a cuántos cofrades encapuchados conoces. Hasta ahora me parecía todo bien, hasta he ido a ver alguna procesión otros años (dan un poco de miedo pero son bonitas), pero ayer me enfadé personalmente con la Semana Santa. La situación fue la siguiente: Fui a cenar a un restaurante italiano con dos amigos. Yo tenía que irme a las 12, porque me iban a buscar en coche a una pl